viernes, 19 de septiembre de 2014

Una Canción para Rafaela

Hay veces en las que en los momentos menos esperados ocurren cosas grandes, veces en las que uno quiere desaparecer, en las que no quieres que nada ni nadie se entrometa en tu vida, veces en las que lo único que quieres es la soledad y seguir tu camino. Pero no siempre es necesario estar solo, a veces lo único que tienes que hacer es abrir tu corazón y observar bien lo que te rodea.

Esta es la historia de Rafaela, una chica a la cual sus problemas la absorbían poco a poco. Sus padres tenían una serie de problemas conyugales y aunque ella era grande para afrontarlos no le iba del todo bien, siempre fue la sombra de su hermano, y con ideas divergentes a las de sus padres ella era uno de los principales motivos del conflicto en su familia. Mientras el problema iba creciendo Rafaela sobrecargaba sentimientos que siempre escondió, uno de ellos era el deseo de ser libre y de hacer lo que le plazca, sin ser juzgada ni manipulada, un deseo que pedía a gritos ser cumplido, pero que ella seguiría escondiendo ya que no tenía el suficiente valor para enfrentar a sus padres.

Un día luego de las clases de la universidad, tan pesadas como siempre y peor aún con la frustración y la impotencia de saber que sigue atada a una vida que ella no quiere, emprendió su rumbo a casa. Fue hacia la parada del bus y sin saber lo que sucedería subió a uno. Miraba el camino mientras escuchaba sus canciones favoritas cuando en una de las paradas subió un tipo, uno de aquellos que toca la guitarra y canta una canción a cambio de unas monedas, ella hizo caso omiso al muchacho mientras este se preparaba para su acto, el bus estaba un poco vacío y el levanto la guitarra y empezó a tocarla, cuando las palabras salían lentamente de su boca Rafaela se sorprendió, la canción que tocaba aquel muchacho era precisamente la que escuchaba ella en ese momento. El la cantaba con tanta pasión como si fuera especialmente dedicada a alguien, animaba a la gente y les pedía que lo acompañen, camino entre la gente y se paró al costado de Rafaela. “Vamos, canta un poco” dijo el muchacho. Rafaela no hizo caso y respondió un mensaje en el móvil. “Sé que te la sabes, canta” insistió, pero ella no hizo caso, se colocó los audífonos eligió una canción y se perdió en su mundo. Al terminar el muchacho agradeció a la gente y paso por recolectar algunas monedas, ni así recibió la atención de Rafaela, recibió las ultimas monedas y bajo el siguiente parada. Ella lo vio caminar y cierto remordimiento la sometía, tal vez pudo hablarle pero ella pensó que lo mejor era dejarlo pasar.

Pasó una semana del acontecimiento del bus, y Rafaela pasaba por uno de sus peores momentos, ocurrió una gran discusión con su padre en la cual salieron verdades y confesiones, las cuales ella habría deseado nunca escuchar, salió rápidamente de casa y se fue sin rumbo. Con los ojos hinchados y llorosos caminaba por el centro de la ciudad, cuando a lo lejos vio a aquel tipo del bus cantando tan alegre como siempre, se detuvo y pensó “¿Por qué no puedo ser como él?”. El la vio a lo lejos, se quedaron mirándose el uno al otro por un rato hasta que el volteo y rápidamente levanto el sombrero, guardo las monedas y se acercó a ella, tocando una canción, ella se quedó inmóvil y serpentearon lentamente unas lágrimas, pero esta vez no eran de tristeza. La gente alrededor se acerba y miraba el suceso, a él no le interesaba, cantaba como siempre, pero esta vez no era cualquier canción, era una especial y esta si tenía dedicatoria, la gente pensaría que ellos se conocían tiempo y ¿Por qué no? una pareja, pero lo cierto es, que eran unos completos desconocidos, pero que tenían algo que mucho que se conocen tiempo, incluso que muchas parejas no tienen. Una gran conexión. Cuando termino la canción él la miro y esbozo una tierna sonrisa mientras se quitaba el sombrero, y sin decir una sola palabra lo puso frente a ella para luego seguir mirándola. Rafaela miro dentro del sombrero y había un pedazo de papel pegado que decía “Rafa, más que unas monedas quiero tu sonrisa” ella levanto la mirada y después de mucho tiempo sonrió, mostro aquella hermosa sonrisa que escondió por mucho y secándose las lágrimas le dijo.

-¿Cómo hiciste todo esto?-
-Después de ese día, siempre tuve la esperanza de encontrarte-Dijo el muchacho-Fui cada día a un lugar distinto esperando encontrarte y hoy lo hice-Concluyo con una mirada muy profunda
-¿Y cómo sabias mi nombre y la canción?-Pregunto Rafaela
-Simplemente observé tu móvil, eso fue lo menos complicado. Luego practique la canción y pegue el papel en mi sombrero-ella no hizo más preguntas solo lo miraba y la felicidad se le notaba cada vez más-¿No te agradan las personas que cantan tus canciones favoritas en los buses no?
-Jajaja. Los detesto-Respondió entre risas-¿No eres de por acá cierto?-Preguntó Rafaela.
-¿Por qué tu pregunta?-
-ES que supongo que eres de aquellos que viajan constantemente, y hacen estas cosas para sus gastos-Respondió Rafaela
-¿Piensas que soy un mochilero?-
-Exacto-
-Es lo más razonable pero no. Hago esto porque me encanta y si pido dinero es porque promuevo el arte y con eso solventamos gastos los instrumentos y otras cosas. Es muy poco pero es un ingreso más-Respondió mientras miraba el reloj-¡Oh! Justo a tiempo ven, te mostraré algo-
-¿A dónde quieres que vaya?-Pregunto Rafaela un poco incomoda.
-Solo sígueme te va a encantar-Respondió entusiasmado. Ella lo pensó por un momento pero al final se dio cuenta de que debía dejarse llevar.
-Prométeme que si venderás mis órganos que sea a un buen precio. ¿Okey?-
-Te lo prometo. Ah por cierto me llamo Eduardo, por si te interesa-Dijo Eduardo soltando un guiño
-En absoluto, ni pensaba preguntarte-Respondió entre risas Rafaela.

Caminaron unas cuadras entre risas y bromas hasta que llegaron, entraron a una gran casa, de esas antiguas que tiene dos patios y largos balcones, allí dentro se encontraba mucha gente no solo de la ciudad sino de diversos países, todos unidos con un mismo propósito, pasar el rato, divertirse y disfrutar. Al llegar Eduardo grito “Muchachos tenemos una nueva integrante en el grupo” Todos muy amables la recibieron y la hicieron sentir en familia, algo a lo que ella no estaba acostumbrada, el ambiente era distinto al de casa. Olvido todos los problemas que la acosaban y vivió el momento, cantaba, bailaba, bebía,  era feliz, al costado estaba el chico, aquel que se dio la molestia de espiar su móvil, aprenderse las canciones que ella tanto amaba y por si no fuera poco buscarla, ese chico le enseño algo importante, una respuesta que ella siempre espero. Le enseño que no importa cómo, donde, ni lo que digan los demás, solo tienes que hacer lo que amas y disfrutarlo al hacerlo sin importar el dinero el lugar y las circunstancias


viernes, 12 de septiembre de 2014

El Retrato del Destino

Muchas veces, cuando uno siente que está acabado, cuando no hay fuerzas ni ganas para seguir viviendo en una sociedad tan dura, una de las posibles salidas es mantener la cabeza baja, y someterse a lo que la sociedad quiere. Pero hay veces que no. Veces en las cuales el destino juega de tu lado y te manda la señal de que no todo está perdido, de que no todos son iguales.

Este es el caso de Pablo, un muchacho el cual durante toda la secundaria fue apartado en las relaciones sociales de sus compañeros, aunque siendo sinceros  el tampoco hizo lo suficiente para cambiar este hecho. Todos lo molestaban por su excentricidad, sus gustos musicales, su forma de vestir y de pensar, según ellos era un tipo raro, el cual jamás encajaría en la sociedad. Pablo pudo cambiar, intentar ser igual a los demás, intentar encajar pero jamás lo hizo.

Acabando la secundaria Pablo tenía la ilusión de que todo cambiaria, de que una nueva etapa iniciaría en su vida, y fue así. Ingreso a la universidad y emprendería un nuevo viaje, Quien sabe dónde estarían sus compañeros de la secundaria, solo se encontraba el apunto de vivir una historia que jamás imagino.

Paso el primer mes de clases, el no veía el cambio en su vida, se sentaba solo, tenía mucho miedo al hablar frente a todos, por más que este seguro de que su idea era la correcta. El solo se encerró en una burbuja, ya que los estereotipos no eran parte del día a día en la universidad, ahí todos vivian su vida normalmente, y para todos Pablo era invisible, no porque ellos lo excluían sino porque esta vez él lo hacía. No era totalmente su culpa, ya que los largos años de exclusión y molestias de parte de sus compañeros, generaron en él un miedo que salió a la luz justo cuando quería cambiar.

Pablo acostumbrado a la soledad y con un gran talento en el dibujo, hacia sus obras de arte porque era lo único que podía, ya que ese miedo a socializar lo absorbía. Empezó a dibujar lo que veía en la clase, las mesas, la pizarra, ventanas, sus compañeros y el profesor leyendo los textos, cuando de repente algo exalto al profesor, unas alumnas en la parte de atrás hablaban lo suficientemente fuerte para desconcentrar a todos sus compañeros. El profesor advirtió que las echaría de clases si no se separaban. Lo cual pasó, a Sofía por la grandiosidad del destino y por el empujón que dio este para ese cambio tan esperado en la vida de Pablo, la cambiaron adelante justo a su costado. Pablo se sonrojo, Sofía era muy linda y él tenía la oportunidad de hablarle, pero finalmente no lo hizo. El profesor siguió con su lectura mientras Pablo seguía dibujando, Sofía no evito ver lo que dibujaba Pablo y quedo encantada, ya que el profesor estaba demasiado cerca de ellos y Sofía tenía una advertencia, rompió un papel y escribió allí. “Que hermoso dibujo “ Luego deslizo el papel. Pablo se sorprendió y de pronto su rostro cambio de color a un rojo intenso, sus manos temblaban, por primera vez aunque sea por una hoja de papel quiso iniciar una conversación, “Gracias, si deseas te dibujo uno “Cuando terminó,  el profesor se levantó del sillón y empezó a dictar la tarea y luego prosiguió por concluir la clase. Pablo tenía atada la lengua y no sabía si hablarle o no, pero ya era tarde Sofía ya no estaba.

Pablo tal vez necesitaba un poquito más de ayuda, y sucedió. Un día salió a caminar por una plaza que estaba a unas cuadras de su casa, el clima era sombrío y advertía una gran lluvia, se sentó en una silla y empezó a dibujar la plaza, poco a poco empezaban a caer gotas de lluvia y cada vez más fuerte, por suerte la silla tenía un techo que lo cubría perfectamente. Mientras Pablo observaba el lugar vio a alguien que corría rápidamente buscando un lugar donde protegerse de la lluvia, el lugar más cercano era donde Pablo se encontraba sentado y extrañamente la chica que corría era Sofía. Pablo empezó a dibujar e hizo como si no la hubiera visto llegar, ella miro su dibujo y observo a Pablo atentamente.

-Tu eres el del dibujo lindo- Dijo Sofía muy alegre- Me senté contigo en una clase de la universidad. ¿Lo recuerdas?
-Cierto, nos sentamos juntos-Respondido Pablo con una voz muy apagada y temblorosa.
-Oye dibujas muy lindo. ¿Nunca pensaste en estar en una escuela de arte?-
-Me encantaría pero mis padre no están de acuerdo -
-Te entiendo, yo siempre quise estudiar arte dramático, pero me pasa igual que a ti-
-¿Quieres que te dibuje?-Pregunto Pablo
-¡Estaría encantada!-Respondió Sofía
-Fabuloso. Mírame y pon tu mejor pose-

Pablo la dibujo, no obvio ni un detalle, sus ojos, sus labios, su bella sonrisa, las gotas cayendo lentamente, sonreía sutilmente mientras la dibujaba. Cuando terminaba los últimos detalles la miro a los ojos y se perdió en su encanto. Por primera vez estaba cómodo y ese miedo que lo torturaba durante tantos años desapareció esa tarde, acariciaba el papel con el lápiz, con tanta pasión, con tanta suavidad como si el la tocara, como si fuera suya. Pablo al fin era feliz.

-Y listo- dijo Pablo con una sonrisa radiante
-Quiero verla-
-Está bien, pero no me mates si lo hice mal-Advirtió Pablo
-¡Jajaja! No lo creo, pero está bien-Respondió Sofia-Te lo prometo-Pablo sonrió y le entrego el cuaderno. Sofía se quedó impresionada, sus ojos brillaban y su sonrisa delataba su emoción, nadie jamás hizo algo tan lindo por ella, puso el cuaderno en sus piernas y se abalanzo hacia Pablo.
-Gracias, gracias. Es lo más hermoso que vi- Dijo mientras lo abrazaba fuertemente.
-Es porque tú eres muy hermosa y es imposible mostrar lo contrario- Respondió Pablo mientras se apoyaba en el hombro de Sofía, el frió no importaba y su timidez había desaparecido. Se separaron y se miraron el uno al otro, no podía existir mejor momento, ni lugar, ambos cerraron los ojos y suavemente rozaron sus labios.

Después de todo. La vida no fue tan dura para Pablo y solo hizo falta ese pequeño empujón para que en el momento menos esperado el amor hiciera lo suyo.