Hay veces en las que en los
momentos menos esperados ocurren cosas grandes, veces en las que uno quiere
desaparecer, en las que no quieres que nada ni nadie se entrometa en tu vida, veces
en las que lo único que quieres es la soledad y seguir tu camino. Pero no
siempre es necesario estar solo, a veces lo único que tienes que hacer es abrir
tu corazón y observar bien lo que te rodea.
Esta es la historia de Rafaela,
una chica a la cual sus problemas la absorbían poco a poco. Sus padres tenían
una serie de problemas conyugales y aunque ella era grande para afrontarlos no
le iba del todo bien, siempre fue la sombra de su hermano, y con ideas
divergentes a las de sus padres ella era uno de los principales motivos del
conflicto en su familia. Mientras el problema iba creciendo Rafaela sobrecargaba
sentimientos que siempre escondió, uno de ellos era el deseo de ser libre y de
hacer lo que le plazca, sin ser juzgada ni manipulada, un deseo que pedía a
gritos ser cumplido, pero que ella seguiría escondiendo ya que no tenía el
suficiente valor para enfrentar a sus padres.
Un día luego de las clases de la
universidad, tan pesadas como siempre y peor aún con la frustración y la
impotencia de saber que sigue atada a una vida que ella no quiere, emprendió su
rumbo a casa. Fue hacia la parada del bus y sin saber lo que sucedería subió a
uno. Miraba el camino mientras escuchaba sus canciones favoritas cuando en una
de las paradas subió un tipo, uno de aquellos que toca la guitarra y canta una
canción a cambio de unas monedas, ella hizo caso omiso al muchacho mientras
este se preparaba para su acto, el bus estaba un poco vacío y el levanto la
guitarra y empezó a tocarla, cuando las palabras salían lentamente de su boca
Rafaela se sorprendió, la canción que tocaba aquel muchacho era precisamente la
que escuchaba ella en ese momento. El la cantaba con tanta pasión como si fuera
especialmente dedicada a alguien, animaba a la gente y les pedía que lo
acompañen, camino entre la gente y se paró al costado de Rafaela. “Vamos, canta
un poco” dijo el muchacho. Rafaela no hizo caso y respondió un mensaje en el
móvil. “Sé que te la sabes, canta” insistió, pero ella no hizo caso, se colocó
los audífonos eligió una canción y se perdió en su mundo. Al terminar el
muchacho agradeció a la gente y paso por recolectar algunas monedas, ni así
recibió la atención de Rafaela, recibió las ultimas monedas y bajo el siguiente
parada. Ella lo vio caminar y cierto remordimiento la sometía, tal vez pudo
hablarle pero ella pensó que lo mejor era dejarlo pasar.
Pasó una semana del acontecimiento
del bus, y Rafaela pasaba por uno de sus peores momentos, ocurrió una gran discusión
con su padre en la cual salieron verdades y confesiones, las cuales ella habría
deseado nunca escuchar, salió rápidamente de casa y se fue sin rumbo. Con los
ojos hinchados y llorosos caminaba por el centro de la ciudad, cuando a lo
lejos vio a aquel tipo del bus cantando tan alegre como siempre, se detuvo y
pensó “¿Por qué no puedo ser como él?”. El la vio a lo lejos, se quedaron mirándose
el uno al otro por un rato hasta que el volteo y rápidamente levanto el
sombrero, guardo las monedas y se acercó a ella, tocando una canción, ella se quedó
inmóvil y serpentearon lentamente unas lágrimas, pero esta vez no eran de
tristeza. La gente alrededor se acerba y miraba el suceso, a él no le
interesaba, cantaba como siempre, pero esta vez no era cualquier canción, era
una especial y esta si tenía dedicatoria, la gente pensaría que ellos se
conocían tiempo y ¿Por qué no? una pareja, pero lo cierto es, que eran unos
completos desconocidos, pero que tenían algo que mucho que se conocen tiempo,
incluso que muchas parejas no tienen. Una gran conexión. Cuando termino la
canción él la miro y esbozo una tierna sonrisa mientras se quitaba el sombrero,
y sin decir una sola palabra lo puso frente a ella para luego seguir mirándola.
Rafaela miro dentro del sombrero y había un pedazo de papel pegado que decía “Rafa,
más que unas monedas quiero tu sonrisa” ella levanto la mirada y después de
mucho tiempo sonrió, mostro aquella hermosa sonrisa que escondió por mucho y
secándose las lágrimas le dijo.
-¿Cómo hiciste todo esto?-
-Después de ese día, siempre tuve la esperanza de encontrarte-Dijo el muchacho-Fui cada día a un lugar distinto esperando encontrarte y hoy lo hice-Concluyo con una mirada muy profunda
-¿Y cómo sabias mi nombre y la canción?-Pregunto Rafaela
-Simplemente observé tu móvil, eso fue lo menos complicado. Luego practique la canción y pegue el papel en mi sombrero-ella no hizo más preguntas solo lo miraba y la felicidad se le notaba cada vez más-¿No te agradan las personas que cantan tus canciones favoritas en los buses no?
-Jajaja. Los detesto-Respondió entre risas-¿No eres de por acá cierto?-Preguntó Rafaela.
-¿Por qué tu pregunta?-
-ES que supongo que eres de aquellos que viajan constantemente, y hacen estas cosas para sus gastos-Respondió Rafaela
-¿Piensas que soy un mochilero?-
-Exacto-
-Es lo más razonable pero no. Hago esto porque me encanta y si pido dinero es porque promuevo el arte y con eso solventamos gastos los instrumentos y otras cosas. Es muy poco pero es un ingreso más-Respondió mientras miraba el reloj-¡Oh! Justo a tiempo ven, te mostraré algo-
-¿A dónde quieres que vaya?-Pregunto Rafaela un poco incomoda.
-Solo sígueme te va a encantar-Respondió entusiasmado. Ella lo pensó por un momento pero al final se dio cuenta de que debía dejarse llevar.
-Prométeme que si venderás mis órganos que sea a un buen precio. ¿Okey?-
-Te lo prometo. Ah por cierto me llamo Eduardo, por si te interesa-Dijo Eduardo soltando un guiño
-En absoluto, ni pensaba preguntarte-Respondió entre risas Rafaela.
-Después de ese día, siempre tuve la esperanza de encontrarte-Dijo el muchacho-Fui cada día a un lugar distinto esperando encontrarte y hoy lo hice-Concluyo con una mirada muy profunda
-¿Y cómo sabias mi nombre y la canción?-Pregunto Rafaela
-Simplemente observé tu móvil, eso fue lo menos complicado. Luego practique la canción y pegue el papel en mi sombrero-ella no hizo más preguntas solo lo miraba y la felicidad se le notaba cada vez más-¿No te agradan las personas que cantan tus canciones favoritas en los buses no?
-Jajaja. Los detesto-Respondió entre risas-¿No eres de por acá cierto?-Preguntó Rafaela.
-¿Por qué tu pregunta?-
-ES que supongo que eres de aquellos que viajan constantemente, y hacen estas cosas para sus gastos-Respondió Rafaela
-¿Piensas que soy un mochilero?-
-Exacto-
-Es lo más razonable pero no. Hago esto porque me encanta y si pido dinero es porque promuevo el arte y con eso solventamos gastos los instrumentos y otras cosas. Es muy poco pero es un ingreso más-Respondió mientras miraba el reloj-¡Oh! Justo a tiempo ven, te mostraré algo-
-¿A dónde quieres que vaya?-Pregunto Rafaela un poco incomoda.
-Solo sígueme te va a encantar-Respondió entusiasmado. Ella lo pensó por un momento pero al final se dio cuenta de que debía dejarse llevar.
-Prométeme que si venderás mis órganos que sea a un buen precio. ¿Okey?-
-Te lo prometo. Ah por cierto me llamo Eduardo, por si te interesa-Dijo Eduardo soltando un guiño
-En absoluto, ni pensaba preguntarte-Respondió entre risas Rafaela.
Caminaron unas cuadras entre risas y bromas
hasta que llegaron, entraron a una gran casa, de esas antiguas que tiene dos
patios y largos balcones, allí dentro se encontraba mucha gente no solo de la
ciudad sino de diversos países, todos unidos con un mismo propósito, pasar el
rato, divertirse y disfrutar. Al llegar Eduardo grito “Muchachos tenemos una
nueva integrante en el grupo” Todos muy amables la recibieron y la hicieron
sentir en familia, algo a lo que ella no estaba acostumbrada, el ambiente era
distinto al de casa. Olvido todos los problemas que la acosaban y vivió el
momento, cantaba, bailaba, bebía, era
feliz, al costado estaba el chico, aquel que se dio la molestia de espiar su
móvil, aprenderse las canciones que ella tanto amaba y por si no fuera poco
buscarla, ese chico le enseño algo importante, una respuesta que ella siempre
espero. Le enseño que no importa cómo, donde, ni lo que digan los demás, solo
tienes que hacer lo que amas y disfrutarlo al hacerlo sin importar el dinero el
lugar y las circunstancias
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